martes, 22 de septiembre de 2009

Palimpsesto II

Cuando me encuentro a alguien mayor de setenta años y le cuento del viaje que he hecho, de los pueblos que he visto y de los caminos que he recorrido, la primera reacción es de incredulidad, "ya nadie va por esos caminos" contestan; después de que se convencen, se les avivan los ojos y me preguntan si aquellos caminos que recorrieron en su juventud aún existen, si la capilla que estaba en tal crucero sigue aún en pie, si crucé ríos por puentes de bejuco o si ya son de concreto, si pasé por tal paraje en dónde ellos acostumbraban amarrar las bestias... Después de tratar de responder sus preguntas de la mejor manera posible o de enseñarles fotos de los pueblos que ellos conocieron muchos años atrás, se sientan a contarme las aventuras que pasaron por los mismos caminos que yo pasé y a describirme los mismos lugares que ya conocí. Como es de esperarse, aún siendo la misma ruta, el viaje de cada uno es totalmente distinto, incluso los lugares, aún estando en el mismo punto geográfico son definitivamente otros; de esta manera, mi propia ruta vuelve a iluminarse con el recuerdo de los demás y mi viaje, aún pareciendo único, se multiplica.

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